Madres y Padres Acompañados, Niñas y Niños que Florecen

Madres y Padres Acompañados, Niñas y Niños que Florecen

Los beneficios del apoyo social para familias latinas con niñas y niños pequeños

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La familia López —Ray, Raymundo, Adriana y María— posa para una foto familiar de hace algunos años. Adriana, quien emigró de México, ganó confianza y adquirió nuevas habilidades durante un curso de crianza de AP-OD ofrecido en la ciudad donde habita, Rio Rico, Arizona. Uso restringido al Reporte Nacional de Familias Latinas 2025. No se permite su reproducción.
Informe nacional de familias latinas 2025

La hija de Adriana López, María, llegó a casa después de su segundo día de preescolar en Rio Rico, Arizona, no con una pintura con los dedos ni un proyecto de manualidades, sino con una historia que contar. Dijo que otro niño la había golpeado.

Adriana, quien emigró a Rio Rico —a 15 millas de la frontera con México— hace más de diez años, dice que, de no haber tomado un curso para madres y padres en el centro comunitario, no habría sabido cómo reaccionar.

Raymundo López, de 9 años, y su hermana, María López, de 6, muestran sus disfraces de Halloween. Su madre ha trabajado para que mantengan el vínculo con su herencia, idioma y cultura mexicana. Uso restringido al Reporte Nacional de Familias Latinas 2025. No se permite su reproducción.

“Las maestras no me dijeron nada”, recuerda Adriana. “Si no hubiera tomado la clase, tal vez habría dicho: ‘Bueno, son cosas que pasan’, y por no estar segura, por miedo o por pensar que estaba exigiendo demasiado, no habría dicho nada. Pero en vez de eso, mandé un correo a la directora. Le dije: ‘Tienen que avisarme si algo le pasa a mi hija. No está bien que no me hayan informado’”.

“Tomé esa clase varias veces, y me abrió los ojos. Aprendí cuáles son mis derechos como mamá”, dice.

Criar a un niño pequeño puede ser solitario y confuso, especialmente para madres y padres inmigrantes latinos como Adriana. Las barreras del idioma, las diferencias culturales y la lejanía de sus seres queridos agravan el desafío. En ese contexto, programas comunitarios y gubernamentales —como clases para padres, visitas domiciliarias, intervención temprana y cuidado infantil accesible— pueden marcar una gran diferencia en una etapa clave del desarrollo infantil.

Apoyar un Buen Comienzo

Adriana se inscribió al curso de crianza en 2018, cuando su hijo mayor, Raymundo, tenía 2 años y María aún no había nacido. El programa, basado en el currículo de AP-OD, apoyaba a madres y padres como líderes en el desarrollo infantil. Para Adriana, fue revelador: encontró una comunidad de apoyo y ganó confianza como madre.

“Los primeros dos años me sentía perdida”, dice. “Era como, ‘Está llorando, ¿qué tiene?’ Bueno, lo llevo al doctor. Después de tomar la clase, ya tenía más idea de qué hacer y cómo hacerlo”.

A través del currículo de AP-OD, Adriana y sus compañeras y compañeros de clase aprendieron que el 90% del desarrollo del cerebro ocurre en los primeros cinco años de vida, y que actividades como leer o jugar ayudan a las y los niños a aprender y crecer.

La familia López. Uso restringido al Reporte Nacional de Familias Latinas 2025. No se permite su reproducción.

Adriana y su esposo, Ray, esperaron siete años para convertirse en padres, y cuando nació Raymundo, ella sabía que quería estar presente en su desarrollo desde el principio. “Deseaba tanto tener hijos”, cuenta. “Y cuando por fin llegó ese momento, dije: no quiero estar en el trabajo cuando dé sus primeros pasos o diga su primera palabra. Quiero estar con él. No me quiero perder esos momentos”.

El cuidado infantil de calidad estimula el desarrollo temprano, pero muchas familias latinas enfrentan barreras de costo o falta de acceso. Según el Informe Nacional de Familias Latinas 2025, casi 1 de cada 4 madres y padres redujo sus horas de trabajo por no encontrar cuidado accesible, y otro 23 % no pudo trabajar en absoluto por la misma razón. 

Si Adriana hubiera necesitado cuidado infantil, encontrarlo habría sido complicado. En 2019, el 37.3% de los niños en comunidades rurales como Rio Rico no tenía acceso por falta de espacios. La pandemia agravó la situación: en los primeros meses de 2020, el personal del sector cayó un 34 %, más del doble que en otros rubros. Tomó al menos tres años recuperar los niveles previos.

Adriana tuvo la flexibilidad económica para quedarse en casa, pero la mayoría de las familias no cuentan con ese privilegio. En Arizona, el cuidado infantil para un bebé cuesta en promedio $15,625 al año. Eso equivale al 16% del ingreso promedio de una familia —o un 30% más que el costo anual de la universidad pública en el estado.

En general, las familias latinas tienen menos acceso a cuidado infantil: solo el 53 % usa algún tipo de servicio, frente al 59 % a nivel nacional. Entre quienes no lo usan, el costo es la principal barrera, seguido por la desconfianza en cuidadores fuera del entorno familiar.

Si hubiera tenido familiares cerca, Adriana dice que los habría buscado para que le ayudaran más seguido. La mayoría de las familias latinas que participaron en la encuesta coincidieron en lo mismo: valoran mucho el apoyo familiar. Como en años anteriores, la gran mayoría (90%) dijo que prefiere que sus hijas e hijos sean cuidados por familiares en quienes confían.

Un Futuro Brillante para Raymundo

Raymundo López, de 9 años, y su hermana, María López, de 6, hacen una pausa durante un paseo en scooter. Al igual que la gran mayoría de los padres encuestados para el Reporte Nacional de Familias Latinas 2025 (88 %), su madre Adriana quiere que sean bilingües. Uso restringido al Reporte Nacional de Familias Latinas 2025. No se permite su reproducción.

Las etapas de biberones, pañales y noches sin dormir quedaron atrás para Adriana. Hoy, Raymundo tiene 9 años, es extrovertido, fan de Star Wars y destaca en la escuela. María, de 6, juega básquetbol y toma clases de ballet. Ambos asisten a primaria, y Adriana ya planea el futuro: está preparándose para ser maestra sustituta en su escuela.

Cuando era pequeño, Raymundo solo hablaba español, pero ahora prefiere hablar en inglés. Es el idioma que usa en la escuela con sus maestras y amigos. Pero Adriana está trabajando mucho para que también aprenda y siga usando el español.

Como la gran mayoría de madres y padres que participaron en la encuesta (88%), Adriana quiere que sus hijas e hijos sean bilingües. Para ella es muy importante que mantengan la conexión con su cultura y su lengua.

Las maestras de Raymundo también le han explicado otros beneficios del bilingüismo. Hablar más de un idioma puede mejorar la memoria, estimular la creatividad y proteger la mente en la vejez.

En las escuelas de EE. UU. hay más de 5 millones de estudiantes aprendiendo inglés, y el 76 % habla español. Más del 90 % de madres y padres encuestados considera esencial que guarderías y centros educativos ofrezcan enseñanza multilingüe y multicultural para que los niños mantengan el vínculo con su cultura.

Adriana también sabe que hablar dos idiomas le abrirá más puertas a sus hijos. Varios estudios muestran que las personas bilingües tienen más probabilidad de encontrar trabajo y de recibir un salario más alto que quienes solo hablan un idioma.

“Mi meta es que sean bilingües para que puedan conseguir un mejor trabajo, lo que sea que decidan hacer”, dice. “Es una ventaja. Por eso lo estoy haciendo.”

Como tantas otras madres y padres latinos que valoran el bilingüismo, Adriana no solo les está enseñando un segundo idioma a sus hijos. Les está dando herramientas para moverse con seguridad en dos mundos —con orgullo en sus raíces y esperanza en su futuro.